Ginebra y otras ciudades de Suiza comienzan ya a poblarse de aficionados con la camiseta roja de su selección y las terrazas de muchos bares y restaurantes se han engalanado para la ocasión, ante el partido entre los helvéticos y españoles, considerado trascendental para el fútbol local.
En la ciudad ginebrina, los tranvías y autobuses locales también se han decorado con los colores de la bandera nacional (roja con una cruz blanca), y todos sueñan con el que sería el primer pase de la historia para Suiza a unas semifinales de un gran torneo futbolístico de selecciones.
Las medidas sanitarias contra la COVID-19 han impedido que en las ciudades suizas se organicen grandes concentraciones de apoyo a la selección, como las que en anteriores torneos ha habido en la plaza ginebrina de Plainpalais, por lo que serán los establecimientos hosteleros, en formato más pequeño, quienes movilicen a los fans.
Para Suiza, que ya hizo historia el pasado lunes al ganar en los penaltis a Francia, los vigentes campeones del mundo, el partido es uno de los más importantes en más de un siglo de existencia de la selección, dado que nunca habían llegado a los cuartos de final en una Eurocopa.
Sí lo habían conseguido en tres Mundiales ya lejanos (los de 1934, 1938, y el que acogieron en 1954), pero cayeron derrotados contra Checoslovaquia, Hungría y Austria respectivamente, por lo que en ninguno de los casos pudieron pasar a la penúltima ronda.
La victoria en octavos frente a la Francia de Pogba, Mbappé o Benzema ha llegado a ser considerada como un momento de inflexión para la nación, según señalaba hoy a la televisión local RTS el director de promoción de la «marca suiza» en el exterior, Nicolas Bideau.
«Se ha visto una Suiza sin complejos, con voluntad, que no se rinde y no respeta a los favoritos», subrayó Bideau. EFE