Mario E. Fumero
El gran debate histórico a lo largo del cristianismo radica en el hecho de que ¿hasta dónde puede la iglesia evangélica inmiscuirse en los asuntos políticos los gobiernos? Y hemos podido ver a lo largo de los dos mil años de cristianismo, los errores cometidos por líderes cristianos, cuando conscientes, o inconscientemente, se han adaptado a los poderes dominantes, ya sea por ignorancia o interés, se han puesto al lado de los gobiernos de turno, adaptando la iglesia al Estado.
Una de las áreas más vulnerable de todos los seres humanos es la ambición al poder y el amor al dinero, así como el deseo de buscar el bienestar. Es por ello que a veces reciben a personas adúlteras en sus congregaciones como líderes, pero lo esconden, porque son personas que aportan buenas ofrendas y diezmos, y le hacen regalo al pastor como forma de soborno. Lo mismo ocurre en el mundo político. Algunos líderes renuncian a su papel de profeta y defensor de la justicia, para plegarse a las dádivas del gobierno de turno. Es cierto que debemos respetar a las autoridades, sean de la índole que sean, según enseña la Palabra en Romanos 13, y debemos de orar por ellos y sujetarnos en aquello que sea ético y moral (Tito 3:1), pero esto no nos debe llevar a inmiscuirnos en sus acciones.
En nuestros tiempos, tristemente todo se vende, y el poder económico tiene la capacidad de comprar conciencias, callar la verdad y distorsiona la realidad, usando para ello la prensa mediática, algo que podríamos llamar corrupción informativa. Muchos han protestado, y circula un comunicado de la Confraternidad Evangélica en donde justifica el uso de la violencia de los militares frente a los hechos acontecidos recientemente en el país. Es bueno resaltar que, en vez de justificar la acción violenta contra los violadores de la libertad, al hacer tomas de vías públicas, saqueos y violencia, deberían de exigir el cumplimiento de la ley por medio del sistema judicial, y pedir el uso moderado de la fuerza en caso extremo, y considerar que no todos los que están en un grupo de manifestantes son en sí “delincuentes”. También deberían pedir de igual forma, mano dura por los corruptos de cuello blanco, y que la justicia funcione fuertemente a esos que vendieron medicina de harina, y les causaron la muerte a muchos enfermos, por no tener el medicamento correcto. También deberíamos denunciar el saqueo que se hizo al estado cuando los diputados se aumentaron el salario al 100%, en mementos de crisis en el país, mientras que en los hospitales no hay medicina, y señalar que los señores diputados no van a sesiones y cobran su salario, y además de la forma irracional actúan en la cámara legislativa, dejando un mal presentante.
Debemos, como cristianos, respetar a las autoridades, sean de la línea que sea, y no ofenderles, ni incitar a la violencia, pero si alzar nuestra la voz contra todas aquellas leyes que atenten contra los valores de nuestra fe, y restrinjan nuestras libertades. Debemos evitar pronunciarnos a favor o en contra de algunas ideologías políticas, y hablar con respeto, pero con la verdad de la Palabra, como lo hizo San Pablo cuando se enfrentó al corrupto Rey Agripa (Hechos 26:1-28), al cual por poco lo persuade a ser cristiano, y lo trato con sumo respeto.
Es un error de la Confraternidad Evangélica, o de algunos pastores, profetizar o manifestar apoyo a los gobernantes de turno, y después recibir dinero del gobierno por ello, saliendo todo a la luz, porque “nada hay oculto que no se sepa” (Marco 4;22).
No podemos apoyar la insurrección, ni tampoco la represión. Somos pacificadores, y promovemos un cambio, que no se puede ejecutar desde una plataforma política, sino a través de una conversión interior. Debemos interceder y proclamar orden el caos, y el respecto al derecho tanto de un lado, como del otro, y actual apegado a la ley y el derecho sin olvidad la misericordia.