La informalidad y las malas condiciones de vida que sufren muchos temporeros en países tanto ricos como pobres propician una mayor exposición de esos trabajadores a la COVID-19, especialmente en el caso de los que migran.
«Muchos de esos trabajadores trabajan en condiciones informales y afrontan malas condiciones laborales y de alojamiento, a veces sin medidas de protección o higiene», explica a Efe el experto de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Ion Bulgac.
No se trata solo de la falta de medidas en explotaciones agropecuarias o en el transporte, sino también en los asentamientos informales abarrotados en los que no se respeta la distancia de seguridad y el aislamiento es difícil en caso de enfermedad.
Corren así el riesgo de contagio en ambientes en los que los extranjeros sin documentos en regla «sufren una vulnerabilidad adicional porque no pueden acceder a los servicios de salud o los beneficios sociales por su estatus», precisa Bulgac.
TRABAJADORES POBRES EN LOS PAÍSES RICOS
En España han surgido brotes vinculados a la recogida de la fruta y la industria alimentaria, situación que se repite en otros tantos países.
En Alemania, se han multiplicado los contagios entre empleados de mataderos, muchos de origen extranjero, al igual que ha sucedido en plantas cárnicas de Estados Unidos.
La muerte de dos temporeros por la COVID-19 en Canadá también ha sacado a relucir la precariedad de miles de mexicanos y centroamericanos que trabajan allí en la agricultura, entre otros ejemplos.
MÁS VULNERABLES EN LOS PAÍSES POBRES
En países en desarrollo como la India, Sudáfrica, Brasil o Perú, numerosas personas se encontraron de repente sin casa ni trabajo tras la aparición del virus, y se vieron en la necesidad de volver a sus lugares de origen o de trabajar informalmente, aunque fuera saltándose el confinamiento y poniendo en peligro su salud.
En Centroamérica, resulta habitual la migración de los trabajadores agrícolas a otras regiones o países, que se espera sobre todo en los próximos meses, cuando empiecen las cosechas de cultivos como el café o la zafra azucarera.
«No tenemos los protocolos adecuados para asegurar una migración ordenada ni infraestructuras de vivienda, educación y salud para atender a esas personas», una realidad que «la pandemia ha desnudado», según Erick Quirós, coordinador para la región central del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
A escala global, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que nueve de cada diez trabajadores migrantes se han visto afectados por el cierre parcial o total de las fronteras.
La pandemia ha demostrado la dependencia que tienen los países desarrollados de los temporeros extranjeros para la producción de alimentos, así como el papel «esencial» que estas personas desempeñan para la agricultura y la economía en general, según la OIT. EFE