VOA-Radio América. El hondureño Wilson García ni siquiera le había pedido a su vecino que dejara de disparar.
La gente en su localidad rural al norte de Houston está acostumbrada a que la gente dispare sus armas para relajarse, pero el viernes por la noche ya era tarde y García tenía un hijo de un mes que lloraba.
De modo que él y dos personas, explicó, fueron a la casa de su vecino para pedirle “respetuosamente” que disparase un poco más lejos de su casa.
“Nos dijo que estaba en su propiedad y podía hacer lo que quisiera”, dijo García el domingo tras una vigilia en Cleveland, Texas, por su hijo de 9 años, asesinado en el ataque que se produjo poco después.
El sospechoso, Francisco Oropeza, de 38 años, seguía prófugo este lunes, a pesar de una búsqueda en la que participan más de 200 policías de distintos cuerpos.
García llamó a la policía después de que Oropeza rechazó su petición. El hombre disparó un poco más, y ahora sonaba más fuerte. En un vecindario donde los terrenos miden 4.000 metros cuadrados (un acre), García podía ver al hombre en su porche delantero, pero no distinguía lo que estaba haciendo.
Su familia siguió llamando a la policía, cinco llamadas en total, dijo García. En cinco ocasiones, la persona que respondió aseguró que había ayuda en camino.
Y entonces, entre 10 y 20 minutos después de que García hubiera vuelto de la casa de Oropeza, el hombre empezó a correr hacia él mientras recargaba.
“Le dije a mi esposa ‘entra. Este hombre ha cargado su arma’”, dijo García. “Mi esposa me dijo que fuera dentro porque ‘no me disparará a mí, soy una mujer’”.
El hombre llegó hasta la casa y empezó a disparar. La esposa de García, Sonia Argentina Guzmán, de 25 años, estaba en la puerta delantera y fue la primera en morir.
En la casa había 15 personas en total, varias de ellas amigos que habían acudido para sumarse a la esposa de García en un retiro religioso. El hombre parecía decidido a matar a todo el mundo, dijo García.
Entre los muertos estaban el hijo de García, Daniel Enrique Laso, y dos mujeres que murieron protegiendo al bebé de García y a su hija de dos años. García dijo que una de las mujeres le dijo que saltara por la ventana “porque mis hijos se habían quedado sin madre y uno de sus padres tenía que seguir vivo para cuidarlos”.
“Intento ser fuerte por mis hijos”, dijo García entre lágrimas. “Mi hija lo entiende un poco. Es muy difícil cuando empieza a preguntar por mamá y por su hermano (mayor)”.
La policía fue de puerta en puerta el domingo con la esperanza de encontrar cualquier pista que los llevara hasta el sospechoso. El gobernador, Greg Abbot, ofreció una recompensa de 50.000 dólares, que se elevó hasta 80.000 dólares por cualquier información sobre el paradero de Oropeza tras contribuciones de autoridades locales y el FBI.
“Les puedo decir que ahora tenemos cero pistas”, dijo James Smith, el agente especial del FBI a cargo del caso, durante una conferencia de prensa, que volvió a pedir información a la población local.
La policía recuperó el fusil AR-15 que se cree utilizó Oropeza en el tiroteo. Las autoridades no estaban seguras de si Oropeza llevaba más armas, después de que se encontraron otras en su casa, pero dijo que se le debería considerar armado y peligroso.
Es probable que huyera del lugar a pie. En las primeras horas de búsqueda, los investigadores encontraron ropa y un celular mientras revisaban una zona con densos bosques, pero los perros perdieron el rastro, dijo el jefe de policía del condado, Greg Capers.
Las autoridades pudieron identificar a Oropeza por un carnet de identidad emitido por las autoridades mexicanas para ciudadanos que residen fuera del país, así como por imágenes de la cámara en la puerta. La policía también ha entrevistado a la esposa del sospechoso en varias ocasiones, añadió.
Capers dijo que esperaba que el dinero de la recompensa motive a la gente a ofrecer información y dijo que había planes de colocar carteles informativos en español.
García, su esposa y su hijo asesinado, y las otras tres víctimas – Diana Velázquez Alvarado de 21 años, Julisa Molina Rivera de 31 y José Jonathan Casarez de 18 – eran hondureños.
“Tratamos que esta familia tenga un alivio a partir de la conclusión del asunto”, dijo Capers.
Cuando se le preguntó sobre el tiempo de respuesta de las autoridades, el jefe de policía dijo que los agentes habían llegado tan rápido como pudieron y que apenas tenía tres personas para cubrir 1.800 kilómetros cuadrados.
Para el domingo se había retirado el precinto policial de la casa de García y algunas personas habían dejado flores.
En el vecindario, un agente del FBI, patrulleros del Departamento de Salud Pública de Texas y otros agentes iban puerta a puerta. Un patrullero dio el alto a una camioneta roja y pidió mirar dentro de un remolque que llevaba antes de permitir que el conductor siguiera su viaje.
Verónica Pineda, de 34 años y que vive enfrente del sospechoso, dijo que las autoridades habían preguntado si podían registrar su propiedad por si pudiera estar escondido allí. Dijo que le daba miedo que el agresor aún no hubiera sido capturado.
“Asusta un poco”, dijo. “Una nunca sabe dónde puede estar”.
Pineda dijo que no conocía bien a Oropeza, pero que en ocasiones le veía con su esposa y su hijo montando a caballo en la calle. Dijo que la familia vivía allí desde hacía cinco o seis años y que los vecinos habían llamado a las autoridades antes para quejarse por los disparos.
García tampoco conocía bien a Oropeza, aunque sus esposas hablaban en ocasiones. Una vez, dijo, el hombre le ayudó a talar un árbol.
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Con información de: VOA Noticias