Por: J.E. MEJÁ UCLÉS
I Parte A DAVID, 1969.
El por qué de la verdad de las cosas, ese velo que la historia oculta nos obliga estudiar para llegar a la verdad, es el empeño que trataremos de aclarar en este escrito, tomando en consideración una serie de elementos que conocemos y hemos vivido a través de nuestra existencia, unos porque hemos sido testigos y otros por el estudio realizado de los mismos. La Revolución de 1924 y la participación de Gregorio Ferrera y la otra la guerra fratricida que nos declaró El Salvador en 1969.
El próximo mes de julio, se cumplen cincuenta años de aquel acontecimiento, que marco la historia de dos pueblos y el proceso de la Integración Centroamericana por un período de 10 años. Una guerra que se fue gestando por años, hasta crear un estado de ánimo en que las fuerzas y valores dominan los escenarios “controlan las acciones y ordenan el orgullo que empuja hacia la confrontación”.
La crisis se profundiza en los campos político, económico, social y militar que eran las causas reales del conflicto, porque estaban presentes en las relaciones entre ambos estados, evolucionando de manera acelerada, afectando así, la solución al problema, elementos premonitorios de la guerra.
Los dos actores de este drama Julio Adalberto Rivera por parte de El Salvador y Oswaldo López Arellano por Honduras, y el odio nacido entre ellos, por la causalidad del tratado migratorio, es lo que derivo a un conflicto armado que aún hoy es el parteaguas de la integración económica centroamericana.
Los salvadoreños, con la invasión, no lograron retener nada, ni obtener nada, y hoy siguen con la osadía de volver a viejos tiempos para reivindicar tierras en el Golfo, no contempladas en la Sentencia de la Corte de 1992. La conducta de López Arellano, no fue la de volcarse a defender nuestra Patria, sino a mantener el control político.
El argumento de la expulsión de los 8,000 salvadoreños, fue una maniobra para justificar el ataque militar. Ya en la década 1959-1969, se desbordo la emigración salvadoreña hacia Honduras, trasladándose al interior del país, invadiendo las tierras nacionales, ejidales y privadas, en las regiones más fértiles.
Es básico mencionar que en el documento elaborado por Rigoberto Sandoval Corea, el 30 de abril de 1969, Director en aquel entonces, del Instituto Nacional Agrario, se contemplaba una propuesta al gobierno salvadoreño, de un proyecto de colonización en Honduras.
La reforma agraria viene siendo el móvil directo de la regularización de la tierra en Honduras, lo que tuvo una incidencia especial en cuanto al Artículo 68 de la Ley, que establecía que los beneficiarios eran los hondureños por nacimiento, en contraposición de intereses sobre la tenencia de la tierra entre extranjeros y hondureños, las compañías bananeras y los migrantes salvadoreños.
La puesta en vigencia de la Ley de Reforma Agraria, es una advertencia a los campesinos y grupos de poder salvadoreños, cuya incidencia acelera el conflicto armado entre los dos países. Numerosos fueron las conversaciones y las reuniones entre Sandoval Corea y funcionarios del gobierno salvadoreño, de encontrar una salida que permitiera a los naturales de ese país de colonizar y reubicar a campesinos en el valle del Río Paulaya.
Ya el Presidente Juan José Arévalo, lo había señalado que los países centroamericanos, eran países mono-estructurados, cuya situación financiera dependía de los precios fluctuantes del café y el banano. Lo que dada la pequeñez de los mercados nacionales no hacían atractivo ningún tipo de actividad industrial seria.
Para agravar más la situación el desempleo había aumentado, a no poderse absorber el incremento demográfico (uno de los más altos del mundo) en forma económica y productiva, lo que impedía mejorar los niveles de vida de la población. No hay que descartar los factores exógenos de acuerdo la fluctuación de la economía mundial y los mercados de exportación.
[email protected] miércoles, a 26 de junio 2019.