Por: Carlos López Contreras
En el 2013 publiqué un artículo en el cual recordaba que “hace más de dos mil años Zheng, el primer Emperador de China ordenó que se quemara la mayoría de las obras historiográficas, de poesía y filosóficas de sus reinos, con el propósito de extender la ignorancia, impidiendo así que el pueblo recordara y pudiera desafiar nuevas leyes invocando la tradición y la historia. También Zheng mandó a ejecutar a los que preservaban o divulgaban dichas obras.
En la Honduras de hoy, esa voluntad destructiva de las expresiones culturales y de la identidad de Honduras, de sus bosques y cuencas hidrográficas son objeto de incendios criminales. Y ocurre en época de cambio climático, agudizando la crisis del agua para la población hondureña y el futuro de Honduras.
Remitiéndonos a noviembre de 2018, cuando incendiaron el Museo del Hombre Hondureño donde ardió su biblioteca “Reina Sofía” con más de 8,000 volúmenes sobre arte y cultura, así como centros comerciales, bienes público y pequeños negocios, vemos cómo en abril del 2019 de nuevo incendiaron edificios emblemáticos de Tegucigalpa como el Palacio Municipal del Distrito Central, la Escuela Superior del Profesorado, el Palacio de Comunicaciones proyectado a ser la sede del Archivo Nacional, vale decir, la memoria histórica de Honduras. “Una memoria que –según un distinguido columnista nacional– un pequeño grupo de gamberros pretende incendiar y destruir para siempre”.
Debemos reconocer que durante los grandes conflictos armados que ha conocido la humanidad, fueran éstos internacionales o internos, las partes en conflicto siempre trataron de salvar el patrimonio cultural de la destrucción de la guerra.
Recientemente el mundo fue conmovido ante el atentado incendiario contra la Catedral Notre Dame de París. Y nos impresiona gratamente la respuesta del sector privado de Francia al reunir vertiginosamente y de manera espontánea en apenas una semana mil millones de euros para su restauración.
¿Podríamos lograr en Honduras una recaudación similar, salvando las distancias?
Yo pienso que sí. El antecedente se encuentra en la concepción, diseño, recaudación del financiamiento y construcción del monumento Cristo del Picacho en 7 meses, un período que desafía las dimensiones monumentales y calidad de la obra, concebida para conmemorar los dos mil años del Cristianismo.
Por otra parte, debemos tener presente que la reconstrucción y restauración de los monumentos dañados por los incendiarios no requieren sumas de dinero como la Catedral de París. Pero sería lamentable que dejáramos pasar la oportunidad de preservar lo que es esencial a nuestra identidad y se pierda la memoria de la nacionalidad hondureña, prevaleciendo lastimosamente los émulos de Zheng.