Radio América. Ya las celebraciones de la temporada navideña y de finalización de un año y bienvenida de otro han finalizado y todas las personas están volviendo poco a poco a sus actividades normales. Muchos abrigan la esperanza de que el nuevo año les traerá cambios positivos en su vida familiar, en su trabajo, en sus relaciones personales, en su salud y por lo tanto se aferran a esta esperanza de una vida mejor, por muy utópica que parezca. Otros siguen firmes con su objetivo de migrar a otro país en búsqueda de mejores horizontes.
Para responder a esas expectativas los gobernantes y los políticos tienen que hacer cambios trascendentales en su forma de actuar. En términos simples, los ciudadanos lo que desean es tener una mejor calidad de vida, facilidad de obtener un empleo con un ingreso digno, sentirse protegidos de la delincuencia, gozar de eficientes servicios de salud y que sus hijos reciban una educación de calidad, que los prepare para enfrentar los retos del mundo moderno, donde la tecnología y la innovación son fundamentales. Todo esto se puede lograr si existe una visión de país y un plan de largo plazo, dejando de lado ese cortoplacismo que les fascina a los políticos.
Para el crecimiento económico y la generación de empleo es imprescindible contar con un marco macroeconómica estable; un andamiaje institucional fuerte, donde se respeten las leyes y que los que invierten tengan la confianza que podrán competir en igualdad de condiciones, sin las distorsiones provocadas por los favores políticos; donde la política fiscal se rija por los principios de legalidad, proporcionalidad, generalidad y equidad, sin interpretaciones antojadizas de los funcionarios públicos; donde los trámites burocráticos sean simples y fáciles de cumplir, sin necesidad de pagar favores.
Pero también es necesario que en el país se respire un clima de tranquilidad y de armonía, que los conflictos de cualquier naturaleza se resuelvan mediante el diálogo y de conformidad a las leyes. La inestabilidad política y social es anatema para la inversión, y simboliza un país dividido y convulso, lo que hace más complicado enfrentar y resolver los problemas que lo afectan.
Me atrevo a afirmar que todos o la mayoría de los hondureños conocemos las recetas para enfrentar los problemas que afectan al país y poder conducirlo por un nuevo derrotero en donde se pueda lograr un crecimiento económico alto y sostenido, pero con equidad social, que genere esperanzas de una mejor futuro para todos y no solo para unos pocos. Lo que tenemos entonces que hacer es unirnos en un solo frente para sacar a los mercaderes del templo, encontrar ese liderazgo positivo que se requiere para una transformación integral, aunque tome muchos años. Si seguimos haciendo lo mismo y bajo el liderazgo y control de los mismos de siempre, entonces los resultados seguirán siendo los mismos.
Unámonos para enfrentar la corrupción, para exigir que los recursos públicos se utilicen en forma transparente y focalizada para beneficio de las mayorías y para convertir a Honduras en un país con calidad de vida para todos.