El arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher Tatay, dijo en su homilía del quinto domingo de cuaresma, dentro de la religión católica, que es importante rechazar todo tipo de amor distinto al amor de Cristo.
Además, enfatizó que ”en verdad es una cuestión de fe, aunque también de sabiduría. Nosotros sin Él no alcanzamos a cuidarnos como nos conviene. Queremos y no sabemos, lo intentamos y no podemos. Cristo es el que sabe bien lo que nos conviene e intercede por nosotros sentado a la derecha del Padre”.
Homilía del Arzobispo Nácher Tatay
Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado”, nos dice Jesús en este 5° domingo de Cuaresma. En “la hora de Jesús”, según San Juan, coinciden dos aspectos: la glorificación y la exaltación, que se refieren a su vez a la cruz y la resurrección. De hecho, el evangelio tiene dos partes, unidas por “la hora”.
Una hace referencia a la entrega del grano de trigo, mientras que la otra salta a la escatología, es decir, más allá de los límites de la muerte. El tiempo y su final no son dos realidades desconectadas, sino que “la vida entregada en el servicio” nos une a la vida entregada por Cristo, y con él a su triunfo. Quién sigue a Jesús correrá su misma suerte. La preocupación de Jesús, consciente de lo que humanamente le espera, nos recuerda al momento de “Getsemaní”.
Pero a la vez que muestra su angustia, es perseverante en aceptar totalmente la voluntad del Padre. No hay dudas en Él, seguirá hasta el final. No tiene miedo a morir porque no tiene miedo a amar. En camJn12, 20-33 Mons. José Vicente Nácher Tatay C.M. Arzobispo de Tegucigalpa bio, nosotros, tememos amar y por eso tenemos miedo a la muerte. En la pasión de Jesús amor y muerte están unidas.
El amor le lleva a dar su vida, y al morir nos ama hasta el extremo. Esto no es un juego de palabras, porque desde aquel día la opción está hecha: abrazamos el amor eterno, que nos libra de la muerte eterna. Su amor eterno nos gana la vida eterna. Y aquí estamos nosotros, ante esta decisión, guardar nuestra vida nosotros mismos, o darla a Jesús, para que la guarde con Él y la resucite con Él. En otras palabras, lo que las lecturas de este domingo previo al de Ramos nos piden es muy serio: morir a cualquier amor distinto, para vivir en el amor de Jesús. Difícil decisión. ¿pensamos, cómo dejar algo bueno? ¿Cómo optar solamente por un amor? Pero ahí están las palabras de Jesús: “quién viva preocupado por su vida, la perderá”.
En verdad es una cuestión de fe, aunque también de sabiduría. Nosotros sin Él no alcanzamos a cuidarnos como nos conviene. Queremos y no sabemos, lo intentamos y no podemos. Cristo es el que sabe bien lo que nos conviene e intercede por nosotros sentado a la derecha del Padre. Un amor basta, el de Jesús, porque contiene en sí todo amor y toda capacidad de ser amado. Elegir el amor de Jesús es el “quedarse con la mejor parte”, la que llena de alegría y certeza todos los demás amores. Por ello, necesitamos morir a todo amor desordenado, para renacer al amor de Dios. Ha llegado el tiempo, “la hora”, se aproxima ya la Semana Santa, su significado nos ha sido resumido hoy por Jesús: “si el grano de trigo no muere, es imposible que nazcan frutos, pero si muere, da muchos frutos”. Jesús lo aplica a él como anuncio, y lo aplica a nosotros, como invitación.
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