EFE. El ensayo que inició Honduras esta semana, para reactivar gradualmente su economía, comenzando con la construcción, barberías, salones de belleza e iglesias, supone un alivio entre esos sectores agobiados por la COVID-19, sin faltar los indiferentes, que pareciera que retan a la muerte al no protegerse.
La iniciativa llega más de dos meses después de que el Gobierno decretó una emergencia nacional y un toque de queda que se ha venido prorrogando, la última vez hasta el próximo día 24.
A QUITARSE «NIEVE» DE LAS SIENES
La apertura, con poco personal y bajo rigurosas medidas de bioseguridad de la industria de la construcción, salones de belleza, barberías e iglesias, ha sido recibida con mucho agrado por parte de los pocos favorecidos con el regreso al trabajo, por lo que han venido clamando, algunos a gritos ante tanta necesidad que tienen.
En el caso de las mujeres, muchas no solo celebran volver al trabajo, sino también que ahora podrán ir al salón de belleza al menos a arreglarse el cabello, como dijo a Efe una maestra que entre bromas comentó que lleva muchas semanas «ocultando la ‘nieve'» de sus sienes, por una cuarentena que parece eterna.
Pero si algunas mujeres han esperado mucho tiempo la apertura de los salones de belleza, mayor ha sido la espera, además de ansiosa, de las empleadas de este tipo de negocios, en los que no todos le pagan un buen salario a quienes embellecen a sus clientas.
Muchas estilistas de belleza también han echado de menos en estos tiempos de pandemia las buenas propinas de sus clientas, entre las que figuran algunas con las que se conocen desde hace muchos años.
EXPUESTAS «CON LAS CANAS AL AIRE»
En un país de machistas, como es Honduras, las mujeres son víctimas de múltiples atropellos, entre ellos la violencia doméstica, que durante el toque de queda ha aumentado en muchos hogares, en los que quizá nunca la familia había estado tanto tiempo junta, sin poder salir de casa.
«No es fácil para las mujeres de cuatro décadas y más, exponernos al escarnio público con las ‘canas al aire’ y, el confinamiento, así nos tiene a todas», indicó a Efe la socióloga y docente universitaria Lourdes Aguilar.
Agregó que cuesta «entender que eso influye en nuestra estima y, mucho más entender que esa ‘preocupación’ nos es creada por la sociedad. Ciertamente, no es fácil de entender».
En cambio, subrayó Aguilar, «a los hombres con edades similares y, también, con un par de meses de cautiverio, ni se les cruza por sus blancas cabezas no dejarse ver por vergüenza a mostrar sus canas. Es que a ellos la sociedad no les exige esas veleidades».
«Me alegra que salones de belleza y barberías entren en la lista de desconfinados para levantar nuestra economía porque, además de pintar nuestra confianza de un mejor mañana, pero, sobretodo, por las mujeres y hombres que trabajan en esos lugares y que tanto lo necesitan. Pocos lo saben pero, para ellos, las propinas también son su día a día», acotó la socióloga.
ERICK A PEGAR LADRILLOS
Desde el toque de queda como medida para frenar la expansión del coronavirus, Erick Martínez, un maestro de albañilería, ha sorteado muchas dificultades, como la mayoría de los hondureños, para el sustento de su esposa y dos hijos.
Martínez, quien el lunes volvió al trabajo, en la reconstrucción de una casa en el barrio Miraflores de Tegucigalpa, dijo a Efe que «ha sido bastante difícil el proceso que hemos llevado, principalmente el rubro de la construcción».
«Es bastante difícil, económicamente nos ha perjudicado bastante los bolsillos al no tener un trabajo donde desempeñarnos, de poder ganar nuestro dinero día a día», añadió.
La industria de la construcción es uno de los sectores más afectados durante el encierro forzado que están viviendo los hondureños desde el 12 de marzo, cuando fue decretada la emergencia.
Martínez recordó que llevaba casi tres meses sin tener un trabajo y que el que ha conseguido esta semana le llevará con su equipo, de cuatro personas, al menos un mes y medio.
En el proyecto trabajan dos albañiles y dos ayudantes de albañilería. De los dos últimos, uno indicó a Efe que gana 250 lempiras diarios (10 dólares), lo que resulta muy poco dinero para una familia en un país de 9,3 millones de hondureños, de los que más del 60 por ciento son pobres.
«Hemos regresado con Erick a pegar ladrillos, teníamos necesidad, hambre, mucho tiempo sin trabajo», recalcó mientras llenaba unas cubetas de arena con una pala, en la entrada del proyecto.
Según la presidenta del Colegio de Ingenieros Civiles de Honduras, Claudia Zúniga, la reactivación de la industria de la construcción anunciada esta semana por el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, generará unos 250.000 empleos.
Hernández dijo el lunes, luego de reunirse con representantes del sector, que «es hora de que volvamos a la carga en el tema de la industria de la construcción» y que «siempre tuvimos claro que la industria de los alimentos y de la construcción tenían que ser las primeras en reactivarse, ya que generan miles de empleos y fortalecen nuestra economía como país».
«QUE SE MUERA QUIEN QUIERA»
La pandemia de COVID-19 está dejando muchas experiencias y creatividad entre los hondureños para subsistir tanto tiempo sin trabajar, principalmente los pobres, además de luchar cada quien para salvarse de la mortal enfermedad.
A diario es un sálvese quien pueda, no solo en lo laboral para conseguir algún dinero, sino para no contraer el impredecible virus.
Mauricio Ramírez sobrevive vendiendo frutas de la temporada en un esquina del barrio Miraflores. Sus productos los ofrece en la carrocería de un pequeño vehículo.
El vendedor lleva puesta una mascarilla negra, de tela, y al ver a unos jóvenes que caminaban muy juntos, sin tapabocas, señaló que «los puede joder el coronavirus si no se cuidan, pero aquí, que se muera quien quiera».